HERMENEGILDO "MENCHI" SÁBAT. PUBLICÓ SU LIBRO "PESIMISTA MILITANTE", SOBRE EL ESCRITOR URUGUAYO MÁS ELOGIADO
El caricaturista y pintor "Menchi" Sábat publicó su libro "Pesimista militante. Una interpretación gráfica de Juan Carlos Onetti". En diálogo con LA REPUBLICA, recordó su estrecha relación con el escritor y contó cómo se aleja del poder y del autismo moral imperante en Argentina.
Por Gelsi Ausserbauer (Periodista, profesora de literatura egresada del Instituto de Profesores Artigas)*
Al comenzar la entrevista, un cálido "Menchi" Sábat, entre medialunas y cafés, me pregunta, antes que nada, qué cosas he leído de Onetti. Le respondo que varias, aunque no las suficientes, y apunto que, de todo lo que conozco, lo que me ha impactado más es el cuento "El infierno tan temido", una verdadera obra maestra de la sutileza y la economía de recursos.
Antes de hablar de su libro "Pesimista militante", editado por la Universidad Nacional de Quilmes y la Universidad de la República y en el que recoge 22 aproximaciones gráficas de Onetti a lo largo de las décadas, junto a otros tantos textos breves sobre el escritor, prefiere recordar la anécdota que está detrás de la obra de arte.
"'El infierno tan temido' tiene un origen muy rotundo. La persona que gestionó la entrada de Juan Carlos Onetti en el diario 'Acción' fue Manuel Flores Mora, que lo fue a buscar a Buenos Aires. Cuando vino fue presentado a Luis Batlle Berres.
Este le contó una historia de un hombre que había sido operador de la radio Ariel y que estaba vinculado a una mujer que hacía radioteatro.
Aparentemente esa mujer les empezó a mandar fotos con otros hombres, primero a los amigos de él, y después a él. El día que le mandó una foto a la madre, el tipo se pegó un balazo. Todo eso era ambrosía para Onetti.
Sin embargo, en 'El infierno tan temido' él lo cuenta de una manera serena y sin altibajos, dentro del drama.
La única cosa lamentable pasó cuando se hizo la película a propósito de este cuento.
Me imagino que debe de ser muy difícil trasplantar un cuento de Onetti al cine, por una razón muy simple: porque esa película debería partir de no buscar el éxito comercial.
Se trata de eso.
Es por eso que la obra de Onetti puede ser tan perdurable: porque está hecha más allá de la necesidad del éxito".
Los inicios
¿Cómo fue su relación con Onetti?
Onetti no era depresivo: era discreto y lapidario. Parco, pero profundamente solidario con las cosas que valía la pena hacer. Era un tipo muy leal, y a veces tremendamente gracioso, con una profunda inteligencia para reconocer las características de sus congéneres y para registrar situaciones de algún modo afines a su propia cosmovisión.
-¿Y cómo definiría su cosmovisión?
-Es un poco difícil esa palabra. Era una cosmovisión pesimista. Era, digamos, como los ajedrecistas, que saben con una jugada de anticipación qué es lo que va a pasar. Era una especie de ajedrecista de la conducta humana, y no se equivocaba.
Me llama la atención el título de su libro. Todo el mundo asocia el pesimismo con Onetti, pero la palabra "militante" dista de esa imagen del escritor tirado en una cama, dejándose llevar por la vida. La militancia implica acción, por eso el título es casi un oxímoron.
Cuando yo lo planteé me dijeron: "Son dos adjetivos". Les dije que sí, pero de otro modo había que poner: "Escritor que ejerció la militancia para mostrar su pesimismo". (Risas).
(Risas) Le faltaría un poquito de gancho.
De cualquier manera, Onetti era un hombre que rechazaba elogios, ditirambos y homenajes, encerrado, también, en su timidez. Es una coincidencia que los individuos que a mí me han motivando para hacer libros siempre fueran tímidos. Fernando Pessoa, que era el superhombre de los tímidos, o incluso Astor Piazzolla, o Borges. Hay una cosa que a mí me alegra y me gusta: Onetti no era un individuo al que le importase que lo juzgasen por sus actitudes personales, y eso también es una muestra de su coherencia. Pero en definitiva lo juzgan por si se pasaba en la catrera.
-¿Y de esos hombres tímidos que tanto le interesan, cuál tiene en carpeta?
-En carpeta tengo también a Aníbal Troilo.
-Al cual ya ha pintado.
(Con énfasis) Sí. Yo a veces trabajo de manera paralela. No es casual que haya una correspondencia con esa gente, porque sus obras son más perdurables, por su calidad.
Hay una anécdota que ejemplifica lo que escuchaba Juan Carlos Onetti. Esto a mí me lo contó Jorge, su hijo, que fue el único testigo de su muerte. Murió en Madrid también, víctima de pésima praxis, no de mala praxis. Parece un diálogo de un cuento de Onetti. Iba en el subterráneo de Buenos Aires no sé si él o Juan Carlos, pero no importa: vale para cualquiera de los dos , y un individuo le dice al otro: "Me caso". El otro le contesta: "¿Por qué?". Entonces el primero le dice: "Es muy buena compañera". Y el otro le responde: "Ah, pero ahora estás reblandecido". "Pero es una mujer muy culta". "¿Ahora tenés berretines?". "La quiero". "Te pido razones". Es maravilloso. Eso es Onetti básico.
-Pinta su obra enteramente.
(Con admiración) Haber registrado eso... Es el tipo de cosas que forman parte de la vida. Onetti no inventa nada, vamos a empezar por el principio, y tampoco recrea nada. Son detalles de la vida.
Pero son detalles de la vida que marcan cierto perfil, que tal vez uno asocia con la idiosincrasia nacional. ¿Otro escritor de un pueblo distinto no recogería otras cosas que lo rodean?
Sí, pero es muy probable que las otras cosas sean ilusiones, y no realidades. Es más o menos como preguntar por qué los cuadros de Torres García son todos grises. Hay otros colores, pero esos colores tienen que ver con un sector, por lo menos, de la idiosincrasia nacional.
-Usted también se encarga de captar lo esencial que lo rodea, a través del dibujo y, por lo que vi en "Pesimismo militante", también de la palabra. Los textos que recoge a uno le queda la duda de si son apócrifos o reales, pero puestos en boca de personajes inventados también captan lo esencial de Onetti. ¿Por qué opta, además del dibujo, por la palabra?
La primera razón puede parecer absurda: para que no quede la otra página vacía. Pero el 90 por ciento de los textos son cosas que conozco muy bien. No están sacadas de libros, ni de biografías: son experiencias personales. Ahora, yo repito lo que dije ayer (durante la conferencia): no soy autorreferencial. Estas son cosas que me pasaron a mí, pero no me gusta transmitirlas de esa manera. Fue a mí a quien le dio el libro de Otto Weininger, "Sexo y carácter", que es un alegato antifeminista, muy, muy duro (mencionado en "Pesimista militante"). Se lo devolví después de leerlo con cuidado. O la fotografía de Charlie Parker. Estaba loco con ese texto de Cortázar, "El perseguidor". Quería la foto. En el libro, yo pongo que el que menciona ese hecho es "El tembleque" Gandolfo. Yo iba a un club de jazz y había un muchacho al que le decían "El tembleque", y otro que se llamaba Gandolfo. Fui testigo del discurso escrito por él ante Leopoldo Zea, el escritor mexicano (cuando era director de la Biblioteca Nacional, otra de las anécdotas incluidas en "Pesimista militante"). Yo no me animaría a usar cosas escritas por otro, porque eso significaría plagio. Esto no es una contribución a la biografía de Onetti: es un testimonio personal y mi forma, también, de rendirle un homenaje.
Para conocer a Onetti, evidentemente, hay que estar preparado para una lluvia espesa. Y además, se dirige a lectores entrenados. No es para gente frívola. El no hacía demagogia con su literatura. Una vez que vos te metés con Juan Carlos Onetti, momentito: ahí no hay reglas de juego. Hay que empezar a leer y seguir. Es un escritor muy adulto que se dirige a personas más o menos adultas. Ahora, creo que tiene respeto por el lector. Esa es una cosa muy importante. No es hacer trampa, jugar al solitario y dar vuelta la baraja. Eso no lo hacía.
CUESTIÓN DE RESPETO
¿Cómo pudo consolidar una amistad con una persona que uno imagina tan compleja?
Creo que el asunto es que él tenía simpatía por lo que yo hacía y, al mismo tiempo, me imagino, consideró que yo lo iba a respetar. Yo creo que es muy importante eso: el respeto por los demás. El tenía esa actitud absolutamente coherente y permanente. Jamás sobornó a nadie. Está ese otro detalle, que es totalmente rotundo: resulta fundamental que cualquiera de nosotros se acepte tal como es. Hay gente que incluso concurre al psicoanalista para cubrir parte de su personalidad. El era un tipo libre que, a lo mejor, llegado cierto momento, estaba cansado de su propia libertad. Una vez que lo conocí me di cuenta de que era un privilegio estar con él, aun cuando no necesariamente uno tiene que compartir todas y cada una de las cosas que hacía.
Se hizo famoso un consejo que él le dio: le dijo que se mantuviera "aislado y furioso"; libre, por lo tanto. ¿Usted cree que lo pudo lograr durante su carrera?
(Risas). Eso fue en la nota aquella de (su retrato de) Marilyn Monroe. Sí, puede ser. Yo me acuerdo del día ése que él fue, un domingo de noche, al Instituto General Electric. Fue un acto de fe, porque él hablaba de los intelectuales: despreciaba a Arthur Miller y decía que el hombre que le convenía a ella era Joe Di Maggio. Está en el texto. Bueno, no sé si yo me he mantenido aislado y furioso. Pero me doy cuenta de que, respecto a mi trabajo en el diario o mi trabajo gráfico, con los libros, cuando pinto es otra historia. Cambia mi forma de actuar.
¿De qué manera?
Cambia de muchas maneras, hasta la postura física es diferente. Las otras cosas las hago sobre una mesa; esto lo hago sobre un atril. Al mismo tiempo es estimulante, porque nunca sé lo que voy a hacer, aunque estoy muy cierto y seguro sobre la forma de hacerlo. No trato de convencer a nadie. Es una forma de trabajar. He probado una cantidad de cosas para probármelas, nada más , incluso algún paisaje. Pero a mí no me preocupa eso: lo que me preocupa son las formas humanas.
Usted también tiene que estar atento a lo que ocurre en la realidad, porque vive de captarlo. ¿Cómo puede permanecer con esa postura todos los días?
El punto para mí está en esto: yo creo que hay que tomar partido por algunas cosas. A mí me resulta difícil hablar de mí mismo; no me resulta cómodo. Pero si te puede parecer, digamos, aceptable, yo creo uno tiene que tomar partido en un punto: estar lo más lejos posible del poder. El peligro puede ser que te consideren un troglodita, pero y con esto cierro el círculo yo pienso en el diario sólo cuando estoy en el diario. Esto lo resolví hace mucho tiempo. Me interesa hacer el trabajo del diario por una razón muy simple: es mi medio de vida. Yo doy clases en un lugar hoy, que es sábado, debería estar ahí donde no es que haya renunciado a ganar dinero: no puedo ganarlo, porque lo transformé en una fundación. Aclaro, la mayoría de las fundaciones no son sin fines de lucro, sino sin fines de gasto, que es diferente. (Sonríe). La mayoría de la gente va hace muchos años, es decir, ha comprendido una forma de vivir. Yo salgo del diario y tengo en qué pensar: en el taller, en lo que estoy pintando o en la música, que me hace mucho bien.
EL JAZZ, SOBRE TODO.
El jazz, el tango, la música en general. Tengo lo que tiene cualquier gustador de la música: yo no soy ni mejor, ni peor, ni diferente. Tengo toda la obra de Mozart, toda la obra de Beethoven, toda la obra de Brahms, buena parte de la obra de Debussy. Me doy cuenta de que hay algún tipo de música que no sirve de fondo cuando estás pintando. Yo no puedo poner un cuarteto o un quinteto de Bartok porque tenés que estar escuchando todo el tiempo. Ese tipo de música a mí me interesa: la que invita a la atención absoluta. En el diario yo no escucho música: la escucho cuando estoy manejando. Tenés que superar el ruido de la calle, la locura de los otros que manejan mal. Me defiendo escuchando música.
Hay que elegir ciertas cosas: yo he elegido eso. Además, he elegido leer a Onetti, he elegido leer a Pessoa, he elegido escuchar a Piazzolla. Son los tipos con los cuales yo me vinculo. No me puedo quejar.
ENTRE LA INTERPRETACIÓN, EL ARTE Y EL INTELECTO
Sábat y el poder
A usted lo premiaron, en su momento, por su conducta "intachable" frente al poder. Sin embargo, el año pasado la presidente argentina dijo que uno de sus dibujos había sido "cuasi mafioso".
¿Qué sintió al respecto?
Lo escuché directamente. Yo de eso nunca hablé ni pienso hablar. ¿Sabés por qué? Porque públicamente lo que hago es dibujar.
En una ocasión usted dijo que las palabras pueden confundir...
Sí...
...pero los dibujos no...
No, yo no sé si los dibujos no pueden confundir. Pueden, también, depende de quién los haga.
Me preguntaba si ese dibujo en particular pudo haber confundido.
No sé. Los dibujos merecen muchas interpretaciones, eso sí.
En el libro "Pesimista militante" hay una frase que usted toma de Susan Sontag: "La interpretación es la venganza del intelecto sobre el arte". Usted, que es artista, ¿qué opina al respecto?
Ah, sí. Es verdad. Me parece una frase absolutamente rotunda y perfecta.
EL AUTISMO MORAL
¿Cómo vivió la dictadura?
Fue tan duro para mí como para el 99 por ciento de la gente. Yo insisto, y es una cosa que repito: no se puede ser "baby sitter" de adultos. Me acuerdo de una frase que le escuché una vez a mi abuela argentina mi madre era porteña : si querés conocer a Juancito, dale un puestito. No soy un juez de la conducta ajena, pero cuánta gente hemos visto que parecía el pibe del barrio, el mejor, le dieron un puesto y cambió. Y los que nos equivocamos somos nosotros, no ellos.
¿Al confiar?
Claro. Nosotros partimos de un principio que nos afecta a todos: nacemos honrados, honestos y aparentemente libres. Todos. Después, la vida... Pero insisto en un punto: hay que aceptarse como uno es. Lleva mucho tiempo, pero hay que sostener eso, que es la única creencia válida que nos queda. Yo creo no creo, estoy seguro que el uruguayo está dotado de una evidencia inicial: sabe que arriba está Brasil y al costado, Argentina. Entonces no nos podemos remontar mucho. Es asombroso que uno va a Quilmes, en Buenos Aires, cruza en un botecito hasta Colonia y se da cuenta de que está en un lugar diferente.
¿En Argentina la gente se remonta más?
-En estos momentos en Argentina se vive una suerte de autismo moral. Hay que tener en cuenta, además, que para el que vive en Buenos Aires la vida es muy diferente desde el principio. En Buenos Aires, para tener una playa hay que ir 400 kilómetros. Lo artificial sustituye lo natural, y eso es un punto de partida. Me acuerdo de una tapa de la revista "Gente": había una preciosa criatura en tanga y, al costado, un título que decía "La historia secreta de la guerrilla argentina". Era ordinario.
¿Y usted cómo hace para escapar de ese autismo moral?
Ya te digo, leo a Onetti y a Fernando Pessoa; escucho a Mozart. No sé si me escapo, porque formo parte de todo eso, pero soy consciente de que pasa. Y además soy consciente de que yo no lo puedo cambiar. Pero el asunto es éste, en definitiva, y eso vale para Juan Carlos Onetti y para toda esa gente: o vivís una vida mínimamente estructurada con valores defendibles, o estás en la pavada.
* Artículo tomado de www.larepublica.com.uy
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