POR CARINA CABO de DONNET *
Algunas décadas atrás, el docente era al portador del saber y hoy, no sólo carece de conocimientos básicos reconocidos por la sociedad en su conjunto, sino que no se siente satisfecho de cumplir las expectativas que se le demandan.
Bajos salarios, inadecuada formación docente y capacitación, son algunos de las causas que ayudaron a generar esta situación.
Un docente profesional, con lo que esta palabra quiere significar, sólo será posible con el compromiso del Estado y de toda la sociedad.
LA PROFESIÓN DOCENTE HOY
La profesión docente hoy está teñida de sinsabores, contradicciones y desconciertos que la han llevado no sólo al deterioro de su imagen a límites preocupantes, sino también a una crisis de la profesión propiamente dicha.
Todo profesional debe tener una sólida formación en su disciplina, pero, además, se supone que cuenta con una autonomía, propia de dicha profesión, entendidas ésta última como construcción socio- histórica en un determinado contexto. Por ello es necesario que se conviertan en objeto de análisis y reflexión, sobre todo la del profesional de la educación, ya que hoy comparte con otros trabajadores sociales la contradicción de hallarse sumergido en un presente acuciante, pero con el compromiso de proyectar un futuro mejor.
Algunas décadas atrás, el docente era al portador del saber y hoy, no sólo carece de conocimientos básicos reconocidos por la sociedad en su conjunto, sino que no se siente satisfecho de cumplir las expectativas que se le demandan, generándose así la culpabilidad, teniendo consecuencias práctico- negativas que le obligan a hacerse cargo y/ o responsable por algo exterior a él.
El ejercicio de la profesión docente en el pasado detentaba una gran dignidad que surgía del saber y del lugar destacado que ocupaba el educador en la sociedad. En estos días, ya no es la escuela el templo del saber, ya no es el docente el “mago” que todo lo sabe, ni modelo de identificación. Según Abraham en su obra "El mundo interior de los enseñantes", plantea que éstos tienen una visión pesimista sobre su profesión, que lo llevan, muchas veces, a guardar silencio y a esconder sus propias experiencias, sus propias prácticas, generando, muchas veces al decir de De Jours, frustración en la tarea docente, perdiendo autonomía en su propio trabajo y convirtiéndose así en un simple técnico. Hoy se lo individualiza frente al sufrimiento, ignorando su labor y el sentido de su trabajo , no se le reconoce como persona; debe defender derechos y reclamar espacios que le pertenecen para poder subsistir y para no caer en una vivencia depresiva que conduce y amplía sentimientos de indignidad, de descalificación e inutilidad . Por lo cual aparecería como punta del iceberg la insatisfacción y la ansiedad como representantes del sufrimiento de este docente en la que relación hombre- trabajo estaría bloqueada.
Los docentes, por la situación actual, sienten incertidumbre alrededor del empleo, agotamiento marcado por la retribución económica, el desprestigio social y la falta de espacios de autonomía que lo llevan a una carga emocional muy importante, dificultándole la tarea, provocándole incapacidad académica, rutina y conformismo, siendo éstos sólo síntomas de un malestar más profesional y estructural.
Díaz Barriga plantea que hoy hemos llegado a la “cosificación” de la profesión. Si bien se la considera como un servicio insalvable para la sociedad, a su vez se la percibe como despreciable y avergonzante, quedando marcada, la tarea docente, por una tremenda soledad donde se mueven múltiples emociones que no pueden ser elaboradas psíquicamente, llevando al docente a un gran esfuerzo físico, pedagógico y, sobre todo, emocional.
Ulloa señala que, es en esta mortificación en la que el sujeto se siente coartado, al borde de la supresión como sujeto pensante, tendiendo, asiduamente, a esperar soluciones mágicas. Por consiguiente, muchas veces, ésto afecta la modalidad y el sentido de su trabajo provocado por la violencia institucional que lo lleva a una encerrona trágica, causante de la mortificación mencionada.
Esta situación provocaría un circuito perverso, quedando atrapado, sin poder salir de ella ni pudiéndola resolver, sintiéndose responsable de lo que no lo es, llegando a un efecto paradójico: en vez de mejorar la calidad del trabajo, la empeora, sintiéndose intensificado, al decir de Hergreaves, con sus privilegios laborales erosionados y con una sobrecarga crónica de trabajo. La vulnerabilidad en el empleo le quita sentido a su trabajo, lo desestructura, desconfigura y desdibuja la tarea que le compete, llevándolo a una no- relación con los otros , convirtiéndose el trabajo sólo como obligación para ganar dinero o ser aceptado socialmente.
Lidia Fernández señala que es precisamente esta tarea la que permite el funcionamiento institucional porque vincula al sujeto con otros sujetos y con el medio, pudiendo constituir un nexo con engranajes fuertes que le permitan surgir como un colectivo social .
Crisis de valores y crisis económica conjugan un juego peligroso contribuyendo al deterioro de la imagen del docente, profesión cada vez menos atractiva a los ojos de otros profesionales, de futuros aspirantes y del conjunto de la sociedad. Aquel maestro, seguro de la importancia del saber que transmitía, ha quedado desplazado por múltiples razones, aunque también sería interesante investigar cómo se ve él a sí mismo: si como ejecutor de modas pedagógicas, como técnico de estrategias didácticas, como investigador en el aula o como agente de transformación, porque, a partir de esta respuesta, se podrían destrabar nudos que están dificultando la redefinición del rol docente.
Es duro tener que reciclarse continuamente, revisar contenidos periódicamente, poner en crisis las propias concepciones o representaciones sobre educación.
Es duro ir envejeciendo mientras los alumnos conservan invariablemente la misma edad, siendo cada vez más profunda la brecha generacional.
Por ello, a pesar de los momentos de crisis, a pesar del malestar, es necesario revalorizarlos como oportunidad para la reflexión, para intervenir en lo cotidiano, para provocar rupturas y dejar fluir subjetividades.
Es de fundamental importancia tomar distancia para objetivar el presente y proyectar el futuro, resignificando el rol y, por ende, la tarea docente para intentar una nueva identidad que deberá ser construída para que los otros puedan asignar al docente un lugar singular, pero no en el sentido de recuperación de un status o espacio perdidos, sino de construcción de una nueva identidad, construcción que deberá ser conquistada para que los otros puedan asignar al docente un lugar singular.
Para ello es necesario repensar la escuela, desde adentro y desde afuera, es decir, no sólo trabajar entre los que la componen, sino entre todos en la sociedad, aceptando y utilizando espacios que se otorguen o se consigan para discutir propuestas, analizar prácticas o compartir experiencias. En definitiva, asumir el protagonismo con confianza en las propias posibilidades.
“Las instituciones educativas... están hoy en juego.
Su futuro está en juego, su papel en la sociedad,
los destinos de sus usuarios y por supuesto, de sus
agentes. En este juego todos pueden perder si no se
piensa, si no se reflexiona, si no se prevé”
FRIGERIO, Graciela, Las instituciones educativas. Cara y ceca, Ed. Troquel,1992
* Pedagoga (U N R)
Profesora en Filosofía, Psicología y Pedagogía
Estimuladora Temprana
www.carinacabo.com.ar
TOMADO DE WWW.EDUC.AR
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